lunes, 11 de enero de 2010

Hojas de parra

A petición de Ale la traducción de la entrada del 1 de noviembre.


Hojas de Parra.

Finalmente Salvatore me ha traído las hojas de parra. Estas son perfecta. Kontí sube las escaleras llevando consigo dos grandes bolsas llenas de abarrotes. En la entrada del edificio hay un jaleo interminables de mujeres vestidas de negro y hombres en traje. Desde temprano se han desocupado los armarios. Un chirrido de cajones de madera. Un rumor de cremalleras ha perforado los gruesos muros de toba. Sonidos agudos suben impulsados por el calor de los cuerpos, para darse cita sobre las cúpulas de la ciudad antigua. Los floristas han hecho su agosto. No queda ni una flor dentro ningún balde. Las filas de autos hacia Poggio Reale(1) rumorosas mas desoladas, señalan el primero de noviembre.

Ya llegó la fecha. En otros lares se han disfrazado, han desocupado calabazas en medio del otoño del hemisferio norte. Las brujas vuelan bajo, peinando las cabezas de los más altos, los niños se retuercen en sus lechos por haber comido demasiados caramelos.

Kontí– Veamos si está todo en orden. Kontí sostiene con reverencia una hoja amarillenta que lleva la caligrafía de su madre. Esta hoja ha atravesado el mediterráneo, navegado hacia el norte en la oscuridad de un baúl de ciprés hacia el final de los años cuarenta. Se ha detenido a los 40 grados 51 minutos y 46 segundos de latitud norte, al quinto piso de un edificio antiguo de via Atri, en el corazón de la ciudad de Nápoles . -Kontesaaaa…..escucha su nombre gritado por una voz chillona, deja la hoja sobre la mesa de la cocina y se asoma por la ventana. Una mujer gorda de unos 50 años, su figura deformada por la perspectiva del quinto piso de un edificio antiguo del corazón de la ciudad de Nápoles: una barriga floreal coronada por una cabezade cachetes generosos, dos brazos gordos como un collar de salchichas gigantes que se le riegan de las mangas cortas y demasiado apretadas de la blusa, - ¿Cómo es no que fue al cementerio usted también hoy, señora Fortuna? Pregunta Kontí amablemente. – No me sacan nunca puel pie, responde, asomando una extremidad lesionada. Yezque el carro de mi primo Pascale es chirriquitica pa’ embutirle tanta gente. Es siempre así el día de los difuntos. El pie se retira para formar de nuevo el círculo de carne parlante. – Me estoy muriendo de la aburrición en mi casa siempre sola….entonces pensé que también usté estaba sola… que tal si nos acompañamos….- !Oh por el amor de Dios! ¿Y ahora qué quiere esta vieja? Se pregunta Kontí enojada. Esta bien señora Fortuna, siga. ¿Logrará salir los cinco pisos con su pie en esas condiciones? La circunferencia menor, aquella donde se encuentran los ojos se iluminó con una luz resplandeciente. - ¡Qué formal es usté señora Kontessa, entonces subo con cuidado. ¿Qué estaba haciendo? ¿Ya comenzó a prepara el ragú? Pregunta retóricamente Fortuna sin un mínimo interés en las respuestas. El círculo se desplaza atravesando el callejón y se eclipsa tras la fachada barroca. Los ojos de una Kontí nerviosa se posan nuevamente en la hoja. - ¡Pero estos italianos no acaban nunca de invadirnos! Reniega en griego insular. Se arrepiente y piensa en la pobre señora Fortuna que solo Dios sabe como se las está arreglando para subir las escaleras construidas en 1738. Por otra parte en la invasión del 48 conoció a Vitale, su marido, un guapo joven en uniforme con un par de ojos tan redondos y tan negros como no había visto nunca antes. -¿Qué hacer? Se me ocurrirá a última hora. Fortuna llega a la cocina respirando con dificultad, avanza a saltos sordos sobre el precario entablado desencadenando un pequeño terremoto doméstico. Kontí veloz, desesperada, toma la hoja en su mano. Ella toda un ejemplar de clasisismo griego, emana una voz como la de María Callas, un torbellino potente sale de su garganta, coge a Fortuna por el pie deforme, la encanala en un tornado y la expulsa por la ventana. Sobre el callejón la voz de Kontí se difunde, canta sin temor, con una potencia nueva. “Dolmadakia avgolemono. Hierve las hojas frescas de parra y déjalas escurrir, mezcla cuidadosamente la carne molida de carnero, el arroz, la cebolla, la sal, la pimienta, el perejil. Añade anis y aceite de oliva no sobran dos cucharadas de agua”.

Nápoles, marzo 2007

(1) Cementerio de la ciudad de Nápoles, Italia.


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